Han pasado un par de horas, y sigue
tan bloqueada como en el primer momento.
No encuentra la fuerza para hacer las
cosas, y mira fijamente, con la mirada perdida a la pantalla del ordenador, del
cual la música dejo de sonar hace apenas cinco minutos y de lo que ella no se
había inmutado.
Cierra los ojos y se sumerge
ligeramente en su mundo:
Una inmensa pradera se abría camino en
su mente, con la hierba más verde y brillante que jamás había visto, era tan
alta que podía tocarla con las manos sin agacharse al suelo, no había árboles,
no había animales a excepción de un par de conejos pequeños que había visto
ligeramente.
Levantó ligeramente la mirada y allí
estaban, esas maravillosas montañas que tanto la gustaban. Estaban igual que la
última vez que había estado allí.
No se llegaba a ver la cumbre de estas
debido a que su altura hacía que las nubes, envidiosas de su belleza lo
taparan, así que era imposible ver la nieve que allí descansaba.
El aire era ligero y corría una ligera
brisa que olía a lluvia y a tierra mojada a pesar de que el sol brillaba con
fuerza.
Ailen se vio allí de repente, su ropa
había cambiado de una holgada sudadera y unos andrajosos pantalones de andar
por casa por un vestido blanco.
Decidió andar un poco para seguir
deleitándose con la vuelta a ese lugar. Se movía instintivamente y no sabía exactamente hacia donde iba, lo
único de lo que estaba segura es que en ese lugar nada malo podría pasar,
asique no importaba hacia donde se moviera.
Pronto llegó a la orilla de un lago
con el agua más cristalina que nadie se podría imaginar.
El cielo y el sol se reflejaban en la
tranquila agua y a la vez unas rocas en las
cuales divisó un conjunto de gente.
Pronto supo quienes eran, cuando se
dio cuenta de que la miraban fijamente.
Con entusiasmo gritaron su nombre y la
suplicaron que fuera hacia allí, asique se lanzó al lago y nadó hacia ellos.
Cuando llegó hacia la roca sus amigos
la subieron y la miraron detenidamente.
Dijeron algunas palabras entre ellos,
tan bajas que Ailen no las pudo escuchar y pronto determinaron algo.
Un chico se puso delante de ella y le
dijo su nombre, ella sonrió y se puso muy contenta de que después de cuatro años la
reconociesen.
Ese chico volvió a decir su nombre, y
ella pronunció el suyo.
Se acercaron poco a poco, manteniendo
la mirada en sus ojos, mutuamente. Ailen extendió ligeramente los brazos como
él…
Abrió los ojos, y se encontró de nuevo
delante del ordenador, de ese estúpido ordenador.
Al segundo, sin avisar si quiera, dos
lágrimas cayeron de sus ojos y resbalaron por sus acaloradas mejillas.
Ella quería volverse a ir allí con
ellos, no entendía por qué tenía que ser un mundo imaginario, y entonces
recordó por qué dejó de ir: Porque todo aquello era su mundo imaginario y
Eric, la única persona de la que se había enamorado, era imaginario.