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domingo, 7 de octubre de 2012

Domingos de lágrimas.


Palabras malinterpretadas, discusiones que no llevan a ningún lado y al final lágrimas, muchas lágrimas.
¿Cómo iba a pensar él que la había hecho tanto daño con aquellas pocas palabras? Asique segundo a segundo que pasaba tirada en la cama, con la mirada perdida y escuchando el silencio se preguntaba si de verdad le importaba algo o si después de aquella tonta discusión la seguía queriendo.
En el fondo ni siquiera se acordaba como había llegado a ese punto por unas pocas palabras.
Daba vueltas a la noche anterior, y lo intentaba ver de todos los ángulos posibles, lo intentaba ver incluso desde la perspectiva de él,  y sí,  podría llegar a comprender que le molestase, pero no entendía el por qué de ponerse así, si ella lo había dicho sin maldad alguna y sin intenciones de dañar a nadie.

Cogía el móvil, jugueteaba con él, lo apagaba, lo miraba… y estaba tan saturada que tenía ganas de arrojarlo contra una pared y hacerlo estallar en mil pedacitos.

Quería aislarse del mundo por un día, y no conocer mas que la soledad, quería desaparecer… Se sentía culpable de todo aquello, y es cierto lo era, pero una parte de ella la decía que todo esto era injusto, y otra que era lo más grave que podía haber dicho.
No había pasado ni un día pero echaba de menos tenerle a su lado y se muy sola, y de lo sola que pensaba estar apreciaba el frio que desprendían sus palabras que parecían vacías de sentimientos.

Pasaban las horas y cada minuto estaba peor asique se encerró en si misma y no dejo que nada ni nadie la molestase mientras lloraba por aquel pequeño error transformado en una gran discordia.

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