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jueves, 7 de junio de 2012

Gaulish war

Gaulish war, o en español, La guerra de las Galias fue un conflicto librado entre Julio Cesar y las tribus Galas.
La república Romana sometió a la Galia, país bastante extenso que llegaba desde el Mediterraneo hasta el Canal de la Mancha.
Esta guerra culminó con la batalla de Alesia, donde los romanos pusieron fin a la resistencia organizada de los Galos.
A mi me interesa sobre todo la parte de la guerra contra los Helvecios:
En el año 61 a.C instigados por Orgétorix, los helvecios comenzaron a planificar y organizar una migración masiva. Los líderes de los helvecios no estaban satisfechos con la expansión de su territorio, cercados por las tribus germánicas, los sécuanos celtas y los romanos de la Galia Narbonense.
Orgétorix negoció con los sécuanos y los heduos, y estableció también contactos personales y una alianza con Cástico y Dúmnorix, llegando incluso a casarse con la hija del último. César acusó a los tres hombres de ansiar ser coronados reyes. Durante tres años, los helvecios se prepararon para la guerra, trazando planes y enviando emisarios a varias tribus galas para procurarse salvoconductos y alianzas.
Los helvecios se dieron cuenta poco después de la ambición de de su lider, y por ello lo juzgaron.
Aunque Orgétorix consiguió escapar acabó muriendo, con cierta sospecha de suicidio.
Pero apesar de todo esto, los helvecios siguieron con su plan.
Eran una gran tribu guerrera y numerosa, por lo tanto eran amenaza para muchos.
habían dos rutas posibles: la primera era a través del peligroso y complicado Pas de l'Ecluse, ubicado entre la cordillera de Jura y el río Ródano; la segunda, que era mucho más simple, los llevaría al pueblo de Ginebra, donde el lago Lemán desemboca en el Ródano y un puente permitía el cruce del río. Estas tierras pertenecían a los alóbroges, una tribu que había sido sometida por Roma y, por lo tanto cuyo territorio se encontraba bajo la esfera de influencia de la República romana.
Al ser informado Cesar de estos acontecimientos, inmediatamente apresuró su marcha hacia Ginebra y, además de ordenar la leva de varias tropas auxiliares, ordenó la destrucción del puente. Los helvecios enviaron una embajada bajo el mando de Nameyo y Veruclecio para negociar el paso de su pueblo por su territorio, prometiendo no provocar ningún daño. César estancó las negociaciones, tratando de ganar tiempo para que sus tropas fortificaran sus posiciones al otro lado del río mediante una muralla de casi cinco metros de alto y una zanja que corría paralela a esta.
Cuando la embajada regresó, César rechazó de manera oficial su petición y les advirtió que cualquier intento de cruzar el río por la fuerza sería contrarrestado. Se rechazaron inmediatamente varios intentos. Los helvecios regresaron sobre sus pasos e iniciaron negociaciones con los sécuanos para que los dejasen pasar pacíficamente. Tras dejar a su única legión bajo la dirección de su segundo al mando, Tito Labieno, César se dirigió rápidamente hacia Galia Cisalpina. Allí asumió el mando de las tres legiones situadas en Aquileya y reclutó otras dos nuevas legiones, la Legio XI y la Legio XII. Al frente de estas cinco legiones, César cruzó los Alpes por el camino más corto, atravesando territorios hostiles y enfrentándose a su paso a varias tribus.
Mientras tanto, los helvecios ya habían cruzado el territorio de los sécuanos y saqueaban las tierras de los heduos, ambarros y alóbroges. Estas tribus, incapaces de enfrentarse a ellos, solicitaron ayuda a César como aliadas de Roma. César accedió y sorprendió a los helvecios cuando atravesaban el río Arar (el actual río Saona). Tres cuartas partes de los helvecios ya habían cruzado, pero el otro cuarto, los tigurinos (un clan helvecio), permanecía en la orilla oriental. Tres legiones, bajo el mando de César, emboscaron y derrotaron a los tigurinos en la Batalla del Arar, causándoles grandes pérdidas. Los tigurinos supervivientes huyeron al bosque cercano.
Tras la batalla, los romanos construyeron un puente sobre el Arar para perseguir a los demás helvecios, estos enviaron una embajada liderada por Divicón, pero las negociaciones fracasaron. Los romanos mantuvieron su persecución durante quince días hasta que tuvieron problemas de suministros. Aparentemente, Dúmnorix estaba haciendo todo lo posible por retrasar la llegada de estos suministros, por lo que los romanos abandonaron la persecución y se dirigieron hacia la fortaleza hedua de Bibracte. La suerte había cambiado y los helvecios comenzaron a perseguir a los romanos, hostigando a su retaguardia. César escogió una colina cercana para plantar batalla y las legiones romanas se detuvieron para enfrentarse a sus enemigos.
En la Batalla de Bibracte las legiones aplastaron a sus oponentes y los helvecios, derrotados, ofrecieron su rendición, a lo que César accedió. Sin embargo, 6.000 hombres del clan helvecio de los verbigenos huyeron para evitar ser capturados. Bajo órdenes de César, otras tribus galas capturaron y trajeron a los fugitivos, que fueron ejecutados. Los que se habían rendido recibieron la orden de regresar a sus tierras para reconstruirlas y organizar la provisión de suministros para alimentar a las legiones, puesto que eran un recurso muy útil como tapón entre los romanos y otras tribus del norte para permitir que migrasen a otra parte. En el campamento helvecio capturado se encontró un censo escrito en griego: de un total de 368.000 helvecios, de los cuales 92.000 eran hombres sin discapacidades, solamente 110.000 sobrevivieron para regresar a sus hogares.

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