Era un día como cualquier otro, el sol
brillaba en el cielo, una ligera brisa con olor a libertad corría por la
ciudad; Los niños jugaban despreocupados en el parque, riendo y pasándolo bien.
Todos, después de que acabasen los
meses de insufrible esfuerzo, estábamos felices en una orilla del rio Ewhy,
comiendo y celebrando.
Podría haber sido un día perfecto,
pero el señor de los muertos hizo una visita a alguien…
Se suponía que mi mejor amigo llegaría en avión aquí, a Teltra, pero el destino no se lo iba a permitir.
No dieron explicación más que había habido un fallo en uno de los motores.
¿Cómo uno de los mejores aviones del mundo iba a fallar asi porque sí? Ahí había algo que no cuadraba.
Desde aquel día, las noches no eran
dignas de ser dormidas y los días tampoco de ser vividos.
Mi mundo calló al mismo tiempo que lo
hacía Daidre.
Por supuesto, yo tenía a mis amigos de
mi lado, aunque sabía perfectamente lo que pensaban.
Poco después de la muerte de Daidre
empecé a sentir algo a mi alrededor, como si fuese su presencia; y es que
aunque yo nunca había creído en fantasmas o espíritus (Soy un poco excéntrica para
ser elfa) ahora de verdad estaba empezando a creer.
En un mundo donde la raza humana a
terminado casi por extinguirse, donde los elfos volvemos a tomar el mundo para
arreglarlo, después de destruir todo aquello que podría hacer daño a la tierra
¿Por qué el destino sigue haciendo daño, ahora incluso a nosotros?
Daidre era humano, es cierto que era uno de los pocos humanos que quedaban con un ápice de poder, y por ello era un tanto egocéntrico pero era el único humano
al que de verdad había confiado mis pensamientos porque había demostrado una
mentalidad diferente.
Y sé que no será fácil… pero iré hasta
las mismísimas entrañas del abismo para devolverle a la vida… como elfo.
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